lunes, 11 de mayo de 2015

Corrida de San Pedro Regalado

Casi lleno en el coso del paseo de Zorrilla, de los que se echaban de menos, ambiente en los tendidos donde mucha gente joven se animó a inaugurar temporada y gerencia de la nueva empresa. Apostó fuerte el binomio empresarial, cartel de figuras que se vió reflejado en la piedra, pocos huecos eran los que se veian al sol. Aunque en el aspecto ganadero el estrépito fue sonoro.

Llegó Morante, Jose Antonio, puro en mano al coso, azul marino y arbolado bordado en oro al que ovacionaron –se entiende- por ser triunfador del pasado Septiembre.
Se las vió ante un mansito y flojo toro de Vellosino, negro y astifino, algo a su favor, no se entendieron en el saludo, frio, a pesar del calor reinante en la capital del Pisuerga, desconfiado apenas dejó un par de verónicas de esas que encandilan. Flojo de manos puso en algún aprieto al magistral Carretero en su segundo par de rehiletes.

Al ralentí, como corren las aguas de la marisma de la que se nutre el cigarrero Morante, asi quiso torear al Ledesmino, agua de borrajas y no del Guadalquivir, poco pudo sacarle por ambos pitones, mas que justificar sus intenciones y tomar la tizona. Leves palmas y pitos al toro.


En el cuarto, con el tendido deseoso de ver al Morante de las grandes faenas, cabalas y estadísticas se hacían, será este el toro? Pues no. No era el toro, aunque si la tarde por disposición de Jose Antonio que no tiró por la calle del medio. A una mano le saludó por tres ocasiones, como vueltas se dio saludando el toro a los tendidos, antes de sujetarle en la seda, comenzando los pitos, toro noble, de fuerza medida y embestida sin sal, y ya saben un pan sin sal, ni es pan ni es nada. Probó en un quite de 3 verónicas y otras tantas medias.  Uno a uno los lances, midiendo alturas y temple, saliendo con la cara alta, la de Morante, un poema, viendo como se iria sin plasmar su sello. Para recordar una tanda de naturales, 3 para ser exactos, echando el mentón al pecho y suavidad en la muñeca, ni por esas consiguió despertar al toro y al público. Desapercibidos también pasaron lo remates. Estocada caída para mayor desgracia, necesitando del descabello. Silencio

Llegaba Castella con ambición, azul rey y oro había elegido para erigirse en rey de la tarde y quien sabe si del coso pucelano. Le echó el freno el toro en el recibo, como si no viera bien, feos gestos que solventó con magisterio. El mismo magisterio que aplicó con la muleta, toro blando de remos al que hubo de pulsear llevando la faena a mas, inventada contra pronóstico, sin bajar la mano, templado con la diestra, aguantando inmóvil los frenazos del izquierdo, un completo circular acabó de convencer a los tendidos que no perdieron detalle. La estocada hasta la empuñadura le puso la primera oreja en la mano.

Por delantales le presentó el percal al quinto, sabedor de tener el destino de la puerta grande en la franela. Huyó al caballo que guardaba puerta en un puyazo testimonial que le valió para tirar la moneda con el manso. Lanzó la moneda en un quite en honor a Chicuelo, ajustandose el percal a la taleguilla. A los medios para brindar al respetable, allí mismo enterró los lazos de las manoletinas. Firme como un mástil citó, helando el aliento, recetó tres cambiados por la espalda, el de pecho sin dar paso y eso fue todo cuanto resistió antes de claudicar el de Vellosino, ahí te quedas debió decirle, tomó el camino de las tablas donde tuvo que ir a buscarle el de Beziers, allí le plantó batalla, si no quieres por lo civil, por lo criminal, tenia la llave de la salida a hombros y no había toro imposible que se la arrebatara. Ambición se llama, esa que le llevó a tapar todas las salidas al toro, que buscaba cualquier excusa para tomar las de Villadiego, faena larga por ambas manos, con los pitos decidió tomar la espada. Un pinchazo inoportuno no cambió el parecer del tendido que tras la estocada le concedió una oreja a ley, arrancada a base de ambición.


Manzanares, de catafalco luto y azabache, no pudo estirarse con el capote en su primero, a la postre el mejor en cuanto a fuerzas, lidiando se lo llevó hacia afuera, al relance tomó un largo puyazo, buen tercio de Rafael Rosa que se desmonteró ante lo que debe ser una ley no escrita para la cuadrilla del Alicantino. Clase, esa virtud que da la bravura, humillando ante la tela que le ofrecia Manzanares con la mano diestra, de largo se le venia, algo que gusta y sabe aprovechar el torero, imposible fue por el pitón siniestro, por el que se colaba haciendo caso omiso de la roja franela. Rematada faena cuajada con la diestra, de estética que no de técnica, se empeñó en matar recibiendo, a lo que el toro le dijo que no le quedaba gasolina para arrancarse con distancia, a la cuarta le convenció dejándole tomar aire, estocada en todo lo alto y brava muerte del toro que se resistió incluso al puntillero. Oreja


El cierraplaza fue un invalido colorado, escurrido, un toro del imserso apostilló uno del tendido, reuma debía tener para no tenerse en pie el animalejo que a pesar de la petición de cambio de los tendidos y la comprobada nula fuerza mantuvo el presidente sobre el albero. Del presidente se debió acordar Jose Mari tras ponerle la muleta de largo, citando de largo se le vino el toro al cuerpo, propinándole una voltereta que le dejó dolorido el cuerpo y bien pudo costarle un disgusto mayor. Disgusto le costó al ver como no tenia opción ni de plantear faena, lo intentó a base de aplicar alturas y temple, ni por esas se sostenía, ante una gran pitada tomó la tizona para despacharle. Silencio


Abandonó Castella a hombros el coso del paseo de Zorrila en la primera de abono en honor al patrón de la ciudad declarada taurina y a su vez de los toreros.