Acompañamos al novillero Palentino Diego Fernandez a tentar a la ganaderia salmantina de "Hoyo de la Gitana" sita en Vecinos, de cara a la inminente presentación con este hierro en Las Ventas; Allí nos recibían los ganaderos Ignacio y Fernando, con todo dispuesto tras una breve y animosa charla en la preciosa entrada de la finca nos fuimos a la placita de tientas, a orilla de la carretera.
El caballo de picar parapetado, los cencerros nos hacían presagiar que las vacas venían hacia las corraletas, los nervios empezaban a aflorar con el soniquete.
Dos fueron las vacas tentadas, una primera con mucha casta, tanta que se llevó 4 varas, la ultima de ellas tras pensarselo, calidad tuvo la vaca, aunque también complicaciones, esas que hubo de superar Diego, solvente en las primeras tandas "rompiendo" la vaca por abajo, humillaba e iba larga, disfrutando de la embestida de la graciliana, duró varias tandas, tantas como para que lagrimas de sudor se deslizaran por la cara. Muestra de la tauromaquia mas pura, hasta que la vaca quiso, una vez se negó se complicó tanto que hubo que desistir en torearla previniendo de un susto mayor.
La segunda salió de los chiqueros casi al instante de abandonar la plaza su antecesora, habia muchas ganas por pulir defectos y disfrutar de la embestida de la sangre santacoloma, no fue asi, dura veca, muy dura, exigente y con genio, una prenda -vaya- ya en el recibo capotero mostró ese genio que ni las varas atemperaron, se fue complicando la vaca a la par que se orientaba en la faena con la pañosa, tanto que llegó a prender a Diego volteandole de fea manera, no se amilanó y se fue con mas raza a por la vaca, exprimiendo las últimas embestidas francas con la mano diestra, acabó rajandose y midiendo las cortas embestidas en busca del torero.
Tras el tentadero una suculenta merienda con la que los ganaderos nos agraciaron, en un salón con sabor taurino en todos sus rincones, agolpados los recuerdos en blanco y negro, mi abuelo -nos decian- Cañero a caballo e incluso un hueco para el humor gráfico, se alargó la charla recordando, y alimentando a otros, las vivencias y vida del campo charro que la familia Perez-Tabernero lleva escribiendo desde tiempos atrás.
Bajo la luz de la luna nos despedimos con la promesa de cortar algún apéndice a la novillada, esa que finalmente volvió al campo para desconsuelo de ganaderos y novilleros.